ENTREVISTAS: Lorena Ubilla, candidata a Doctora en Historia USACH

Lorena Ubilla Espinoza, Licenciada en Historia, en Educación y Profesora de Educación Media mención Historia y Geografía de la Universidad de Chile, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile y candidata a Doctora en Historia de la Universidad de Santiago de Chile.

Se ha desempeñado como profesora titular en la Universidad Diergo Portales, en la Universidad de Chile y en el Instituto de Estudios Avanzados, IDEA USACH. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran “Pensamiento y acción americanista en los liberales chilenos: la propuesta de Benjamín Vicuña Mackenna, 1860-1870” (2020), Nota de investigación “El parricidio de María Muñoz: reflexiones y propuestas metodológicas para la historiografía chilena actual” (2019) y “Palabras propias, miradas ajenas: La representación de sujetos marginales en la narrativa de Manuel Rojas. Focos de tensión y resistencias con el proceso modernizador. Chile 1890-1910” (2016)

1.     Su proceso de formación académica y profesional nos muestra un recorrido a destacar en el cual ha adquirido perspectivas disciplinarias variadas, que aparte de su fuerte énfasis en la historia, pasa por áreas como la pedagogía, la cultura y la literatura, lo que se evidencia en su productividad académica. Con todo esto, ¿de qué manera le ha aportado el Doctorado en Historia de la USACH en la construcción de este amplio abanico académico?

Yo diría que en tres líneas, primero, fortalecer la formación disciplinar inicial que tuve en historia, que cuando me fui al Magíster en Estudios Latinoamericanos es una vertiente super amplia que recoge distintas líneas temáticas, distintas disciplinas, distintos enfoques metodológicos, teóricos, y volví al Doctorado en Historia pensando en fortalecer esa línea disciplinar inicial que sentía un poco coja tras ese paso. Por ahí partió el paso por el Doctorado, fortaleciendo mi formación académica inicial en historia recogiendo también los temas con los que estoy trabajando ahora, que son diversos en relación a lo que trabajé cuando estudié Licenciatura en Historia.

En otro sentido, el Doctorado también ha permitido el diálogo con los compañeros, compañeras, con los profesores, un diálogo que es mucho más horizontal que cuando uno estudia una carrera de pregrado donde recién se está formando, y que ha sido super fructífero también, no solo en conversar sobre las investigaciones, sino también en yo recoger amplias perspectivas de los profesores, compañeros y compañeras que ha sido bien virtuoso para pensar las cosas que estoy haciendo ahora. También, las distintas instancias académicas que se organizan desde el mismo departamento, congresos, seminarios, etc.

Y, por último, ya que también ha sido bien productivo en términos de generar, o al menos intentar insertarme en una carrera académica, que es algo que decidí tardíamente, porque cuando ingresé al pregrado la meta que me propuse siempre fue ser profe, pero no conocía y no estaba dentro de mis aspiraciones ni siquiera hacer un magíster. Entonces, a medida que fui estudiando, me di cuenta de que en realidad me gustaba harto investigar, que me gustaba harto leer y que no me gustaba solo estar en una sala de clases, lo cual me sigue gustando, pero en un momento me imaginé siempre haciendo eso y luego me di cuenta de que mis intereses iban por caminos que también complementaban el ámbito de la pedagogía. Entonces, ahí pensé el Doctorado como una instancia de fortalecimiento académico, insistiendo en una carrera que nunca pensé que desarrollaría, y que si ya bien no es una sorpresa, cuando pienso en mis dieciocho era algo impensado, ni siquiera sabía que existía el Doctorado.

Yo diría que en esos tres ámbitos ha sido una instancia muy productiva, además muy bonita en términos emocionales, de conocimiento, de conocer a nuevas personas y conocer nuevas áreas, dimensiones que antes desconocía.

2.     Sobre sus líneas de investigación, ¿qué herramientas entrega el Doctorado en Historia que permitan innovar en el desarrollo del campo?

Efectivamente, como dices, he sido super amplia en ese sentido, esto que tu dices Vicuña Mackenna, los liberales, pero ahora estoy super enfocada a temas sobre delincuencia urbana, pero he trabajado harto también con literatura, con Manuel Rojas que fue mi tesis de Magíster y de lo cual también he publicado otros artículos. Creo que una de las principales herramientas ha sido sistematizar esa variedad de temas y, sobre todo, darme cuenta de que el enfoque histórico es el que más me acomoda, en el cual siento que puedo aportar algo desde ahí, y es lo que ha entregado, sobre todo en términos metodológicos, teóricos y de actualización disciplinaria, el Doctorado.

También, darme cuenta, a partir de todo esto, de que mi período de estudio está centrado en las primeras décadas del siglo XX, que era algo que tenía una impresión desde mi tesis de Magíster, pero que en la Licenciatura no desarrollé nunca, mi tesis de Licenciatura fue de la década de los 80 y sobre los profesores, con este afán que te decía de ser profesora. Entonces, el doctorado vino a fortalecer esas herramientas metodológicas, teóricas, una actualización disciplinaria, además a sistematizar esos conocimientos que yo traía, ordenarlos y situarlos en este marco de fines de siglo XIX y las primeras tres décadas del siglo XX como campo y análisis de estudio, y, específicamente en eso, la delincuencia urbana.

3.     A partir de su experiencia académica y profesional, ¿cuál es el sello que el Doctorado imprime en sus estudiantes?

Creo que el sello del Doctorado, que diría más bien es un sello de la Escuela de Historia de la USACH, es el de Historia Social, Historia Política, de temas relacionados con movimientos sociales, identidades populares, con la forma en la cual se construyó el Estado y la construcción de los distintos aparatos del Estado en el marco de procesos de modernización capitalista, estatal. Creo que por ahí va el sello, y que también se orienta con la forma que tiene el Departamento de abordar y pensar la historia, desde un lugar más crítico, reflexivo, desde un lugar que se pregunta por sujetos que, de un tiempo a esta parte, eran menos conocidos y no se habían estudiado tanto.

4.     En el proceso de tu tesis de doctorado, ¿cómo te ha aportado el sello del Doctorado y su enfoque en la Historia Social?

No sé si ha sido un plus o una falencia, en realidad el doctorado es siempre un camino más autónomo, excepto el primer año en que uno está con clases de forma periódica, pero luego es más la tesis y lo que uno va leyendo, investigando y los lugares a los que va recurriendo para armarse teóricamente. A mí, en general, me acomoda mucho más la historia cultural, también por mi paso por el magíster y porque me siento más cómoda trabajando desde ese registro. En ese sentido, en la Escuela de la USACH no es una presencia muy fuerte esa línea investigativa, sin embargo, tampoco pienso la Historia Cultural desmarcada de la Historia Social o Política, entonces, sí siento que fortalece, al menos la línea teórica que a mi me interesa más trabajar y desde la cual enmarco las investigaciones que hago.

5.     Lorena, pasando a la segunda etapa de la entrevista, fenómenos como el estallido social, el recién pasado plebiscito por una nueva constitución y la pandemia son cuestiones claramente ineludibles. Como candidata a Doctora en Historia y profesora ¿Qué desafíos identifica para el programa de Doctorado en Historia a raíz de tales acontecimientos?

Creo que uno de los desafíos principales que uno pudiese mencionar está en la línea de profesores, estudiantes y procesos formativos, para decirlo en tres líneas. En términos de los profesores, creo que una de las grandes demandas es generar procesos de democratización al interior de la universidad que contemplen a los distintos estamentos y que se hagan parte de los que está ocurriendo a nivel nacional, a propósito del plebiscito y de la demanda de democratización y horizontalidad en las relaciones sociales, de las demandas de género. Una serie de demandas que impactan necesariamente en la universidad, en los procesos formativos, en las relaciones entre profesores y estudiantes, y desde esa línea, yo veo que, al menos en términos específicos del ámbito universitario, es necesario recoger y acoger estas distintas demandas a la hora de pensar los cursos, a la hora de pensar la democratización al interior de los departamentos, no sólo de historia, sino de los departamentos en general, a la hora de incorporar políticas de discriminación positiva, por ejemplo, de género, y no me refiero solo a mujeres, sino también a la variedad transexual e intersexual. Es decir, recoger esas distintas demandas, acomodar los programas, abrir espacios de diálogo al respecto y creo que es una demanda concreta que los movimientos estudiantiles y feministas ya lo han planteado en la universidad y han sido mucho más claros que yo a la hora de decir eso.

Entonces, creo que la universidad necesariamente debe acoger este tipo de cuestiones, y por el lado de los estudiantes también, en términos de la formación. Una formación que ahora es radicalmente distinta a cuando yo estudié veinte años atrás, cuando estudié licenciatura, en los programas, los tipos de enfoques, las problemáticas que se discutían, la relación profesor estudiantes, los temas diversos de acoso, ya sea laboral, ya sea sexual, que estaban solapados, escondidos o silenciados.

6.     ¿Cuál es el papel que están llamados a cumplir las y los investigadores del área en este nuevo escenario nacional e internacional?

Creo que una demanda que tanto historiadores e historiadoras nos atraviesa, no sólo por este contexto particular, sino que, por todos los contextos, es decir, somo sujetos atravesados por el contexto, y una de las preocupaciones que creo que todas y todos tenemos cuando investigamos es tratar de explicarnos mejor lo que estamos viviendo, y ese tratar de explicarnos mejor también viene de intereses y de las investigaciones, y parte de las respuestas las buscamos a partir de esas investigaciones.

No diría algo que es muy obvio, que uno debe participar, que no debe mantenerse ajeno, que es una cuestión de relevancia, sino que más bien lo llevaría al plano disciplinario pensando en que para comprender lo que estamos viviendo, necesariamente, requerimos de una perspectiva histórica, y esa perspectiva histórica creo que no solamente la podemos aportar las historiadoras e historiadores, también los distintos cientistas sociales en un diálogo que debiese ser interdisciplinario para aportar mayores y mejores explicaciones. Desde ahí es donde uno puede pensar los aportes que puede hacer, insisto, para no recurrir a los lugares comunes de la importancia de la participación y el compromiso con la democracia y los procesos de autonomía colectiva e individual.